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Leyenda japonesa: El viejecillo de la verruga

Posted in cosas estupidas(y curiosas), cuentos y leyendas with tags , , on abril 30, 2008 by shikurai

«Algunos echaban la culpa al agua. Otros decían que era cosa de familia; al fin y al cabo, allí todos estaban un poco emparentados. El caso es que la minúscula aldea era famosa en el país por las verrugas de sus vecinos. Nada menos que de dos de ellos, y dos es mucho decir en una aldea tan diminuta como aquella,portaban sendas verrugas. Uno en la mejilla izquierda y otro en la derecha. Verrugas redondas y fofas, grandes como puños de gigante. En realidad cuando eran jóvenes apenas se notaban, pero ahora que habían alcanzado la vejez la cosa adquirió proporciones verdaderamente preocupantes.

Como es natural, los habían tratado de deshacerse de las verrugas por medio de medicinas chinas, emplastos de hierbas locales o promesas a los dioses, pero nada había dado resultado. Así que los dos viejecillos se acostumbraron a vivir con ellas. A uno de ellos, el que tenía la verruga en la mejilla izquierda, se le agrió completamente el carácter, ya de por sí poco amigable. El otro en cambio, se tomó la carga con mayor resignación y afuerza de poner al mal tiempo buena cara, casi acabó por olvidarse de ella,salvo cuando partía leña, pues en esemomento la verruga se balanceaba con gran violencia a cada golpe del hacha.

Un día, su mujer pronunció las fatídicas palabras:

– Se nos ha acabo la leña…

Él suspirando, se levantó y fue a buscar el hacha.

Ya casi había terminado. Contento, partió los últimos al compás de una canción y ató los maderos al mismo ritmo. Pero la música no debió ser del agrado de los cielos, y en un momento unos nubarrones negros y pesados se alzaron sobre la montaña. Antes de que pudiese darse cuenta el viejecillo, los caminos se convirtieron en arroyos de barro y hojas secas. El anciano corrió a buscar refugio y encontró un gran árbol hueco. Alí se quedó silbando y esperando a que acabase de llover hasta que se quedó dormido.

Una música lo desperto barias horas más tarde. La tormenta había pasado, pero un sordo retumbar queno era de trueno recorría la montaña. El viejecillo asomó la cabeza y se frotó el ojo izquierdo. A los pies del árbol un círculo de grandes demonios rojos tocaba el tambor. Un poco más allá, ensayaban varios flautistas de cuernos afilados. Tres demonios de brillante piel azul, borrachos como cubas, bailaban enlazados para no caerse, muchos otros hacían corro y reían.

Había abundante comida y sake. Entonces, sin previo aviso, el jefe de los demonios dejó su cuenco de sake en el suelo, se levantó y empujó a los danzarines.

Vaya porquería de baile, ¿Es que nadie sabía bailar? ¡Qué deshonra! Era inconcebible que ni un solo demonio…El señor de los diablos calló en mitad dela frase y olisqueó el aire. Un humano andaba cerca.

Alzó su garra y la introdució dentro del árbol hueco, El viejecillo temblando se presentó con las frases más corteses y profundas reverencias. Él escuchaba con una mueca.

Los otros diablos empezaron a cuchichear, podían freirlo o asarlo para el sake de la fiesta. El jefe se giró y gruñó. Se volvió hacia el anciano y dijo:

– Y tú, ¿Sabes bailar?

Uno, dos, tres. Así eso era. El viejecillo dió animos a la fila de demonios que se afanaba en imitarle. Algunos lo hacían mal y todos se esforzaban por aprender. Un poco más y lo habrían cogido. Otra vez desde el principio. Uno, dos, tres… El jefe de los diablos bailaba como loco y estaba encantado. Qué suerte haberlo encontrado.

Ya rayaba el día cuando el jefe de los demonios dio orden de retirada. Antes de marchar le obligó al viejo a hacer una promesa: que volvería a la mañana siguiente. Resolvió tomar algo suyo para obligarlo a volver.

¿Qué podría ser? Tal vez un brazo o una pierna…No, mejor esto. Con un ruidillo de ventosa, le despegó la verruga de la mejilla y se marcho.

-Te la devolveré por la noche. Dicho esto desapareció entre los árboles.

La noticia de la prodigiosa extracción de la verruga corrió de boca en boca.¡Era verdad! ¡increible!¿ y habían sido los demonios? Asombroso. Debía ser la primera vez que realizaban una buena acción desde la época en el que el bienaventurado buda caminaba sobre la tierra, o antes aún. En cualquier caso, todos se alegraron de lo sucedido. Todos menos el otro vecino de la verruga, claro está.

Al caer la tarde se puso en camino. Si los demonios le habían quitado la verruga a ese imbécil también podrían quitarsela a él. Se metió dentro del árbol hueco y esperó.

El jefe lo vió al punto. ¡Había venido! Excelente.

El baile podía comenzar. Los diablos se pusieron en fila. Y uno, dos, tres… Pero desafortunadamente el anciano de la verruga en la mejilla izquierda era un espantoso bailarín. Después de tres intentos fallidos, el jefe dijo a los músicos que pararan. Qué desastre. Aquél estúpido ser humano lo había olvidado todo. Además de ser iguales, todos los humanos eran idiotas. Muy contrariado, el jefe de los demonios canceló la fiesta y envió a sus subditos a robar, saquear y devorar jóvenes. Pero antes de marcharse quiso ser fiel a su palabra.

El anciano cerró los ojos al ver que el enorme demonio se le acercaba tanto.

De pronto sintió un golpe en lamejilla derecha. Miró de nuevo pero solo acertó a ver como el jefe daba media vuelta y se esfumaba en una neblina. Pensándolo bien no era una neblina, sino algo más cercano, algo que no dejaba ver bien por el ojo derecho…Se palpó la cara con las manos.

Todavía hoy los vecinos recuerdan los aullidos que daba cuando bajó al pueblo a la carrera, sujetándose las dos verrugas.»

Espero que hayaís aprendido la lección, nunca la envidia a sido buena, y nunca os fieis de un demonio guerreros!!!espero que os haya gustado el cuento..^^

oni